domingo, 3 de mayo de 2009

Támesis y yo, primero de mayo de 2009







Nací el primero de mayo de 1941, según la fecha que escogí personalmente mucho tiempo después de haber nacido. Por eso mismo, esa fecha no me agrega significado, excepto que he trascurrido ya por 68 marcas anuales del tiempo. Vivo con mi esposa que me sigue en edad, no digo cuántas marcas anuales detrás. El año pasado construimos los dos en Támesis una casa, con vista a la montaña, y el 2 de diciembre de 2008 nos mudamos a vivir en ella. Desde seis ventanas y tres balcones de la casa se ve este majestuoso monumento, el Cerro de Cristo Rey, símbolo de Támesis.

Hoy en la mañana mi esposa y mi suegra –que está de visita-- trataron de cantarme un feliz cumpleaños pero fui áspero con ellas al decirles que ya no conmemoro ese evento. Más tarde, mientras yo acicalaba el césped, regresó Merce de caminar con su mami, que tiene 89 años y funciona en buena salud, y me entregó de regalo una bolsa de galletas negras envueltas en plástico negro, diciéndome -en uno de sus ocasionales arranques poéticos y con risa pícara- dos frases metafóricas, creo que de cumpleaños, con dos palabras de connotación sexual en la jerga paisa: “Cucas en bolsa plástica. Pájaro triste”. Esas frases me han timbrado en la mente y me han hecho reír cada rato. Con ellas no resistí la tentación de escribir un haiku que todavía está cojo:
“Cucas en bolsa de plástico.
Pájaro triste”.
Años más años menos bríos
.

Entre ayer y hoy me llamaron con motivo del aniversario Lizette, Juliana, y Juan Felipe, por un lado, y por el otro, Ana Carlota y Margarita, dos de mis hermanas. También, un colega de SIADA y personal de El Colombiano. Cerca de la media noche, al tiempo de escribir esta nota, me llamó Diego.

Hacia la una de la tarde llegaron a Támesis, provenientes de Amagá y me llamaron tres personas fuertes de la poesía. Luisa Aguilar, Marga López y Edgar Montoya. Fui a reunirme con ellos en el parque Caldas y les obsequié de bienvenida copias de mi libro A La Tierra Vuelvo… y sigo. En un momento compraron tarjetas y me las escribieron, una cada uno.

Fuimos a casa y allí compartimos café y libros y les mostramos el lugar. Les impresionó el paisaje que se divisa desde los balcones y les atrajeron los cuadros que tenemos. Les mostré el libro Primer Conjuro, presentado la semana pasada en Días del Libro, en Medellín, en el cual tengo un poema de amor titulado Te mueres de quietud como la brisa. Luisa me compró un ejemplar de él y leyó dos poemas suyos. Marga recitó uno de ella relacionado con la Marquesa de Yolombó. Edgar recitó dos poemas de su especialidad, la poesía negra, que él interpreta con gran estilo. Le obsequié a él un casete de ese tema titulado “Africanía poética Vol.2”, de Sabas Mandinga. Leí tres poemas míos; uno, Momentos de pueblo, es el último que he escrito; otro, Madre Lucidez, escrito en 2007, inspirado por Bernarda mi suegra –ahí presente--, y el tercero, Por la magia de tu voz, escrito en 2007 e inspirado por Marga y sus talleres literarios. Me pidieron que leyera uno a mi esposa, y leí el siguiente, que escribí en Medellín, el 24 de noviembre de 2003:

Mujer
A Mercedes Parra Restrepo

Eres el día de mi media noche,
eres mi parte que se alegra y siente,
el lado claro tras mi lado oscuro,
mi doble hermosa, mi reverso ardiente.


Tomamos fotos de esta visita histórica para Merce y yo, pues Luisa es poeta fundadora de la Asociación de Mujeres Poetas de Antioquia, Marga es una de las principales poetas de Antioquia y Edgar es un consumado declamador.

Marga, Luisa, Luis Hernán y Edgar en Támesis.

El día resultó lleno de interés. En un detalle profundo, con palmas me cantaron un feliz cumpleaños, hicimos rueda y cogidos de la mano me desearon por turnos larga vida y felicidad. Me alegré mucho, aunque desde que cumplí 50 decidí no cumplir más años, en parte porque me convencí de que el tiempo no pasa, pasamos nosotros y no tiene sentido celebrar si empecé a pasar lunes o jueves, 7 ó 22, enero o julio.

Más aún, hace muchos años, decidí en que fecha nací. En un periodo crucial para cumplir mayoría de edad tuve que obtener un certificado de registro civil en Támesis y ahí me enteré de que tenía tres fechas de nacimiento: una que me decía mamá y era el 25 ó 26 de abril, otra registrada en la partida de bautismo que era el cinco de mayo y otra en un registro civil que daba el primero de mayo. Todo porque nací en el campo y por razones obvias la declaración de nacimiento debían hacerla tiempo después, en el pueblo, amigos o conocidos de mis padres, que de seguro se demoraban y olvidaban el dato preciso. Además, celebrar el día de cumpleaños no fue costumbre en mi casa paterna. Entonces, tuve que escoger una fecha, y para eso partí por el camino de en medio: me quedé con la del primero de mayo, presuntuoso de que lo celebraban mundialmente y no trabajaban ese día.

Hoy se conmemoró en casa, sin haberlo programado, esa trascendental decisión mía.