Paz nuestra que estarás en la tierra
Convoco por el mundo a todos los soldados
y a cada policía con armas en sus manos,
convoco en armisticio a cada guerrillero
y a cada delincuente que ansíe ya no serlo,
convoco con angustia a todos los maestros
que trazan en las mentes letras y senderos,
convoco con plegarias a los monjes y a los curas
y a todas las monjitas de acción y de clausura,
convoco con amor a los novios y a sus novias,
a los padres de familia, sus hijos y señoras,
a las madres de familia, sus hijos y pareja,
convoco a los abuelos, a las tías y los tíos,
convoco a gobernantes y a líderes del mundo,
con la voz más fuerte, con el grito más puro;
sin poderes los convoco y angustiado les invito
a fundir con el plomo todos los armamentos,
a sepultar los rencores y, por amor a los niños,
a llevar al hombro la paz en lugar de los pleitos,
a sembrar la paz y a desarmar las bombas,
a dar paz a los chicos y alejarles las drogas,
a santificar la paz y a quemar uniformes
a buscar la paz y abonar el respeto,
a sembrar la paz como sembramos comida
a sembrar la paz como sembramos palabras.
Les pido que juntemos
en un esfuerzo noble,
en un esfuerzo grande,
en un esfuerzo enorme,
la materia prima de los fusiles y las balas
de los ejércitos cesantes,
de las paces aplazadas,
de las agresiones con palabras difundidas
de las fotos hirientes en la pantalla y la página,
y que forjemos con esa masa
la paz para los hijos,
la paz en la casa, en la calle y en el campo,
la paz en las montañas, pueblos y barrios
la paz en las autopistas y también en los caminos,
a paz en las fábricas, la paz en las oficinas,
la paz en las películas, la televisión y los impresos,
la paz en las cárceles, los cuarteles y gobiernos
la paz en los estudios, las comidas y los juegos,
la paz del trabajo, del sueño y del vestido,
la paz en el comienzo, el medio y el final
la paz en el aire y en el zenit y en el nadir,
la paz para decir buenas noches y buenos días,
la paz que alimente el respeto por la Vida.
Les pido un poco más:
ama-semos de esa materia prima
la mujer de paz, cabeza de familia;
amasemos de esa materia prima
al hombre de paz sin armas en sus manos,
y les pido, para terminar el sueño,
que todos nos alimentemos
de un plato de paz humana
que nos libre de la guerra
y de un raudal de justicia
que circule por las venas.
Las Mercedes de Guácimo,
enero de 1995.