viernes, 31 de diciembre de 2010

Aprendiz de Brujo 2009-2011


Soy aprendiz de gran mentiroso, o de cuentista, que es lo mismo. Aprendiz de brujo, de maestro, de ser humano. Me divierte decir que soy “el viento del labio divino infundido entre al agua y la tierra”. Soy hijo del azul claro tamesino, que se volvió agua y se extravió en las corrientes y los charcos del río Cartama. Fui roca, tierra, polvo, lodo, arcilla, greda; paria sin tregua bajo la tiranía del viento”. Soy aguas afluentes del gran río de la agricultura. “Soy hermano del concreto, del adobe y de las tejas que cubren y protegen a mis hermanas las gentes”. Soy barro de Támesis, colaborador de la Diosa Vida. “Algunos me llaman Ceniza, porque el día equis ceniza seré.”

Luis Hernán Rincón Rincón, dic, 2010.

viernes, 28 de mayo de 2010

Recordar

Hoy, ajusto varios días de estar siendo bombardeado por destellos enormes de la voz recordar. Sus términos relacionados: recuerdo, olvido, memoria, pasado son como llamas de ese bombardeo. La voz recuerdo me hace evocar, como pasando fotos ,que estuve caminando por la gran Muralla China, por la vía Véneto y por el palacio Borghese en Roma, por el asombroso Jardín Botánico de Bogor, en indonesia; que estuve haciéndome tomar fotos con las imágenes de cera de Picasso en Londres; mirando desde arriba en lo más alto de la torre Eiffel a París allá abajo; besándome con Merce al frente del Capitolio en Washington para quedar así fotografiados; estrechándole de mano y saludando al hoy ex Presidente de EEUU, Jimmy Carter, cuando compré su libro “Why not the best”; y estando sentado con papá y mamá en mis graduaciones. Me acuerdo de estar arreando los odiosos terneros en El Salado, o desyerbando calles en la Calle Naranjo de Támesis, arrepintiéndome de todos mis pecados en la Clínica de San Vicente por allá en 1958, después de un hemorragia interna. Tengo destellos en colores de paseos largos con mi esposa e hijos por Iowa y Colombia y Perú y Chile y Támesis. Recordando es una voz en cuyos destellos me he visto cuando troté en los bordes de las cataratas de Niágara, o en el Mall de Washington D.C., o cuando anduve por el paisaje de la luna en Bolivia, o estuve parado en el borde de un cráter o en la ladera de un volcán en Costa Rica, o admirando el “Diamond Head” en Hawai. Recuerdo es una voz léxica que me trae memorias de la voz de papá y mamá, que grabé y conservo años después de que fallecieron; de la voz poderosa de Gorbachov en el Campus de la EARTH. Recuerdos --como memoria de algo hablado-- me trae el poderoso e imborrable mensaje de mamá cuando me dijo hacia mis 15 años “vos poder escribir que este señor”, o el de Dale Flowerday en el ICA, cuando me dijo hace años, antes de yo ir a estudiar a AMES con una beca que él administraba en Colombia, “I have confidence on you”. Y las conversaciones sobre plasma con Franklin Chang el astronauta costarricense. Recuerdo me trae retratos mentales de centenares de libros como los de Kenneth Burke, de alumnos, de colegas en reuniones internacionales, imágenes de búhos, caras y cuerpos de personas, de edificios, de paisajes, de riesgos como las borracheras en Támesis, Medellín y Bogotá, y de viajes innumerables especialmente de lugares y momentos de uno alrededor del planeta; de alegrías completas como la de esperar y ver nacer a los hijos y de tristezas vividas a medias como el fallecimiento de papá y de mamá. ¿Cuántas veces dije: Recuerdos a la familia? Recuerdos me han venido en tropel, en los papeles que atesoró mamá y que organicé en tres tomos donde redescubrí cartas que me envío papá y que dolorosamente para mí no recordé mientras él vivía. Recuerdo obsesivamente letras de canciones que una vez supe a medias, que olvidé y que he estado recordando, como Madrigal, Casas viejas, Gracias a la Vida, “My way”, Todos Vuelven, Tamesinita, Ojos Azules, Caña Dulce, Pueblito Viejo, Las Acaclas, las cuales me llevan a países diferentes donde he trabajado. Recuerdo me trae el mensaje de algo hablado muchas veces, como esa fabulosa capacidad de olvidar cosas hasta el instante en que algo hace llegar su recuerdo por medio de bombardeos inclementes como estos que expreso. Olvidar me bombardea cuando la voz recordar me dice que olvidar se vuelve imposible para la persona viva, pero no recordar viene a darle un espacio de descanso en la memoria. Recordar a otros me recuerda que recordarlos es ayudarles a seguir viviendo después de su muerte. Y recuerdo que uno no muere sino cuando ya nadie recuerda lo que hizo o dijo o escribió o amó o ayudó a ser en su paso por nuestro planeta.

Luis Hernán Rincón Rincón, Támesis, 11 de mayo de 2010.

miércoles, 26 de mayo de 2010

Folios

De tu cuerpo, madre,

abierto en el medio

como libro que leen,

vengo saliendo desnudo

con mis ojos cerrados;

me mandas al mundo

con tu tinta por fuera

y con tu tinta por dentro.

Me visto con páginas

de libros invisibles

que atraerán a mí

libros baquianos,

guardianes de las ideas

listas en los estantes.

Libros, folletos, rimeros,

--mis amigos con letras,

mis amigos con hojas –

que colmarán mis horas

hasta las vísperas finales

de mi salida como un libro,

con tu sangre por dentro,

terminado sin final,

retirado del estante

y cerrado para su viaje.



Luis Hernán Rincón Rincón

Támesis, 26 de mayo de 2010

sábado, 6 de febrero de 2010

Mujeres de valía: Mercedes Rosa Rincón Arcila

Doña Simona Duque Rincón o Simona Duque de Alzate (Marinilla, 1773-1858) es merecidamente reconocida como heroína porque tuvo ocho hijos y entregó siete de ellos a la Patria para que lucharan a brazo armado por la independencia, y porque no aceptó ayuda oficial para cuidarlos cuando, heridos, se los devolvió la Patria. Mercedes Rosa Rincón Arcila es otra heroína paisa, aunque anónima, porque plena de amor y constancia crió y dio formación a 11 hijos y se los encomendó a Colombia para que ayudaran con su trabajo y ejemplo a darle estabilidad moral. Bonita, de piel blanca, acuerpada, de estatura mediana, de ojos pardos tendiendo a verdes, y cabellera negra, Mercedes Rosa es una mujer destacada de Antioquia, por su tesón y función hogareña, sin errores, durante más de 70 años. Le tocó vivir en una sociedad caudillista, sesgada a lo masculino.

Mercedes Rosa Rincón Arcila nació en Támesis el 31 de diciembre de 1917, fue madre, esposa, señora de su casa, y murió en Bogotá el 17 de enero de 2004. Para graduarse como Normalista (en Pueblo Rico, 1934) Mercedes Rosa viajaba desde La Betania, una de las veredas de mayor altitud y más alejadas en Támesis, (donde su padre era un agricultor, colonizador de tierras de páramo y filántropo) hasta Pueblo Rico donde vivían varios parientes. Los caminos de La Betania, Támesis, vereda Riofrío, Jericó, Pueblo Rico y las mulas de silla fueron tan familiares para Mercedes Rosa como la historia eclesiástica y de Colombia, y la geografía que ella dejó en sus cuadernos escritos con su hermosa caligrafía que parecía bordada. Viajaba a cumplir una misión trascendental para el país: educarse.

Varios años después de graduada se casó, en 1937, en Támesis, con un agricultor y vecino que era su primo hermano, Luis Gonzalo Rincón Ramírez . Tuvieron 11 hijos (cuatro hombres y siete mujeres). La primogénita nació en octubre de 1939 y la menor en junio de 1961. Para criarlos ella puso todo su capital: formación y amor. “Hay que aspirar a ser presidente para llegar siquiera a policía”, repetía con frecuencia. La casa de Mercedes Rosa y Luis Gonzalo era un lugar familiar también para gente que buscaba orientación o ayuda, de las cuales Mercedes Rosa era una fuente inagotable. Los Rincón Rincón iniciaron escuela con maestras graduadas que Luis Gonzalo pagaba y que venían a vivir en la finca con la familia Rincón. El proyecto de vida rural y urbana de Mercedes Rosa incluyó criar sus hijos, ordeñar hasta 17 vacas cada día y velar por la economía del hogar y por el orden en la casa.

En 1949 la familia se mudó al área urbana de Támesis para que los tres hijos mayores fueran a la escuela pública. En “el pueblo” y por muchos años Mercedes Rosa fue papá y mamá, pues Luis Gonzalo pasaba la semana en la finca, atendiendo cultivos de café, caña de azúcar y cacao, y algunos potreros con sus reses, generalmente en tierras de don Eduardo Serna G. La casa propia en Támesis fue pronto el lugar de llegada de personas del campo y del pueblo que necesitaban alguna ayuda. A esa casa llegaban también personas que apreciaban la amabilidad y la conversación variada e ilustrada de Mercedes Rosa. Ella fue reconocida también por su habilidad para tejer “frivolidad”, en verdaderas obras de arte que conservan quienes tuvieron la fortuna de recibirlas como regalo de Mercedes Rosa.

Se destacó por ayudar a educar los hijos, con los ojos puestos en las tareas escolares y los comportamientos, poniendo su ingrediente silencioso e infaltable, el amor, mientras atendía los quehaceres del hogar o bordaba o leía. Llegó el día en que el mayor de los hijos se fue a estudiar a Medellín, y a la distancia ella lo atendía amorosamente, le enviaba ropa y cartas con sabias recomendaciones. Así, cada hijo y cada hija fue encontrando donde aplicar lo aprendido en el hogar con más aporte diario de la mamá que del papá. Todos los hijos, menos uno, terminaron por lo menos bachillerato. Gran logro. Varios de ellos terminaron su carrera universitaria. Ese uno sin bachillerato aprendió a leer a los tres años de edad, es hoy gran lector, musicólogo destacado, animado conversador, autor de décimas, compositor de bambucos y pasillos y persona autodidacta muy reconocida en lo político y en lo ecológico.

Hacia 1970 la familia se mudó a Bogotá, donde vivía una de sus hijas casadas. Tremendo cambio: de Támesis a la capital del país. Allí Mercedes Rosa continuó su amorosa labor de preparar sus hijos para el país. Ella seguía con su misión de papá y mamá, pues Luis Gonzalo no aguantó ni un año en Bogotá y compró una finca situada entre Mariquita y El Fresno, donde, ya cansado y solo, criaba ganado criollo. Para Mercedes Rosa, dueña de un pensamiento amplio y cosmopolita, adaptarse a Bogotá también fue difícil, pero ella lo llevó adelante como si nada fuera. El frío de La Betania era semejante al de Bogotá.

Para su labor y misión contó siempre con fondos aportados por Luis Gonzalo y con lo que obtuvo de la venta de sus derechos heredados en Támesis. No le interesó la riqueza monetaria, no tuvo ni ambicionó ganado ni fincas ni casa de ella ni chequera ni dinero joyas. No le interesaba eso sino su tesoro mayor que fue entregando al país: hijos e hijas bien formados, educados, derechos. En Bogotá se angustió con la carrera universitaria de las dos hijas menores, pero logró impulsarlas hasta que una terminara sus estudios de Diseño Industrial, en Bogotá, y otra, la menor, se graduara en Medicina, en el Estado de Oaxaca, México.

Mercedes Rosa y Luis Gonzalo viajaron de paseo con un hijo, por Estados Unidos y México. Ella además pasó temporadas con otro de sus hijos en Perú y Costa Rica. Por años y hasta su muerte guardó las tarjetas y cartas que recibía de sus hijos nietos y biznietos, recuerdos que con sus cuadernos constituyen tres tomos llenos de afecto, que uno de sus hijos conserva bien empastados.

Fue una persona muy saludable. Sólo la obligaron a guardar cama sus partos y dos accidentes con fracturas de huesos. No falló un día en el apoyo a Luis Gonzalo para mantener atendida y unida la familia y darle seguridad, inclusive durante los años en que estuvieron separados, y menos aún después de que ella enviudó en 1991. No dejó de darle seguimiento a su misión de formar 11 hijos para que le sirvieran al país.

En esas lides y dimensiones, Mercedes Rosa Rincón Arcila fue una heroína, una persona valiosa y destacada, como tantas otras señoras de Colombia a quienes la historia no menciona.

Mercedes Rosa murió a la edad de 87 años, en Bogotá . Todos sus hijos, nietos y bisnietos nietos viven hoy (2010), unos en México, otros en España, otros en Estados Unidos y otros en Colombia. Y tres de sus hijos han regresado a vivir en Támesis donde son muchas las personas que la recuerdan.

Escrito para el periódico Suroeste el 5 de febrero de 2010.

domingo, 28 de junio de 2009

Llega invisible y mudo

Busco --búho tropezante-- mi llegar a ser.
Dono, pues, sin reservas mi codicia
y renuncio a la búsqueda apurada
de poder sobre prójimos y cosas.
En mis sienes, altos miradores,
izo la solidaridad de manos útiles.
Y para limpiar las perchas del alma
desabrocho las túnicas doradas
de los dogmas ceñidos a la mente.
Me declaro conjunto solidario
con mi entorno misterioso de adentro,
y con mi entorno cotidiano de afuera.
Espero mi llegar a ser, que vendrá
sin que yo lo advierta,
como un visitante invisible y mudo.


Luis Hernán Rincón Rincón

Hacia el Olvido

Diez.

Cada lugar y cada instante, cada poro de fe

que tuve ayer como bienes propios

los compartí contigo y juntos los gastamos.

Tus ojos, tu sonrisa, tus pechos, tu cuerpo… tú,

tus caricias y tu voz se alojaron en mis pasos.

Nueve.

Mas oigo lejana tu voz, desde que la ausencia

nos alargó el camino y nos distanció las citas.

Ocho.

Aprendí cómo duelen las noches sin tus caricias

y sufro por mis caricias que se duermen quietas.

Siete.

Hace días que tu cuerpo en ágil bruma no llega

a eclipsar los cuerpos lindos que pasan por mi vista.

Hace días que mis manos se duermen sin tu piel.

La persona linda que habita en tu cuerpo hermoso

me mira de salida y se marcha alegre.

¿Será que está creciendo el olvido en tus afectos?

¿Será que se esfuma la fe de mis recuerdos?

Seis.

Hace días que mis labios ansiosos y mi lengua inquieta

piden besar tus senos desnudos. Sin respuesta

aprenden la dureza de no gozar de tu pecho erguido.

Cinco.

Ni luz alegre, ni color rosado, ni tenues trazos,

ni siquiera el brillo de tu sonrisa ausente

viene como ayer a iluminar mis pasos.

Cuatro.

Tus ojos que se adueñaban del tiempo

de frente a los míos con la magia del fulgor que incide,

opacos se fijan lejos, triste los veo cansados

o no llegan como antes al lugar de siempre.

Tres.

Tus besos en mis labios – mi pasión al verte--

a veces se voltean al lado, besito en la mejilla,

al vernos después de las ausencias cortas.

Dos.

Y así, los espacios de mis días y noches

que hasta de lejos colmabas, veloz y hermosa,

se están llenando de aires insensibles,

de recuerdos cercanos que se alejan mudos,

Uno.

se envuelven en tu alma, se arropan con la mía

y se acuestan a existir en las brumas del olvido.

Luis Hernán Rincón Rincón

Támesis, 22 de mayo de 2009